Llega la época de revisar el buen funcionamiento del sistema de calefacción con unos sencillos pasos

Aunque con algo de retraso, llegan las bajas temperaturas. Atrás quedan ya los meses de verano, tiempo en el que la calefacción de casa ha permanecido apagada. Durante ese periodo de inactividad lo habitual es que haya penetrado aire en los radiadores, lo que impide que el sistema de calefacción funcione correctamente. Para solventar el problema basta con purgar los radiadores, una tarea fácil de despachar y que, además de mejorar el rendimiento del sistema, ayudará a reducir el consumo de energía y la factura.

Los expertos recomiendan purgar los radiadores entre septiembre y noviembre, es decir, poco antes de que la bajada de los termómetros obligue a hacer uso de la calefacción. Eso sí, hay que tener en cuenta que hay purgadores manuales, que requieren este mantenimiento al menos una vez al año, pero también los hay automáticos, que no necesitan ser sometidos al proceso.

Lo primero es llevar a cabo una comprobación del estado de los aparatos. Para ello, encendemos la calefacción; si a los pocos minutos empezamos a escuchar sonidos en los conductos del sistema, significa que hay bolsas de aire que deben ser expulsadas.

Más preciso es llevar a cabo una comprobación en cada aparato. Con la calefacción encendida, tocaremos cada radiador con las manos, tanto en la parte superior como en la inferior y laterales; si hay alguna zona fría (lo normal es que sea en la parte de arriba), ese radiador necesita ser purgado.

Una vez revisados todos los radiadores, hay que constatar en la caldera que la presión de agua en el circuito de calefacción es la correcta. Si bien se recomienda consultar el manual de la caldera, lo normal es que presión se sitúe entre 1 y 1,5 bares.

Para que el purgado sea más eficiente hay que apagar la calefacción y esperar a que los radiadores y el sistema se enfríen.

Lo más conveniente es purgar todos los radiadores de la casa, empezando por aquellos que estén más cerca de la caldera y dejando para el final lo más alejado, siguiendo así el sentido del flujo del agua dentro del sistema.

En algunos modelos de radiadores será necesario utilizar un destornillador plano pequeño o una moneda, mientras que otros tienen una rosca (normalmente de metal o plástico) con la que basta moverla con los dedos. En cualquier caso, no te olvides de coger un recipiente con el que recoger el agua que salga expulsada.

El purgador suele ubicarse en la parte superior del radiador, en uno de los laterales. Tan sólo hay girar la llave de la válvula unas cuantas vueltas, bien con la ayuda del destornillador bien con los propios dedos. Inmediatamente saldrá una mezcla de aire y agua (recuerda haber puesto antes el recipiente bajo el purgador). El radiador estará bien purgado cuando sólo salga agua, momento en el que volveremos a cerrar la llave de la válvula del purgador.

Repetir el proceso anterior en todos los demás radiadores de la casa.

Una vez revisados y purgados todos los radiadores, toca revisar la presión del agua de la calefacción en la caldera, ya que lo normal es que ésta haya disminuido durante el proceso. Recuerda: entre 1 y 1,5 bares es la presión óptima en la mayoría de los sistemas.

Y calefacción lista para disfrutar... con moderación, si no queremos llevarnos un susto en la siguiente factura.

Generalmente basta con seguir los pasos anteriores para tener la calefacción en buen funcionamiento. No obstante, en algunos casos puede que algunos radiadores sigan fríos. Para solucionarlo, comprueba si la llave del detentor, válvula ubicada en la parte inferior y cuya función es regular la salida de agua y compensar el reparto de agua en el sistema, está cerrada o abierta. Realiza los ajustes necesarios con una llave tipo allen para que el radiador caliente de forma correcta. Se suele cerrar parcialmente cuando el radiador calienta mucho o en estancias que necesitan una temperatura menor.

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